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Desempolvando discursos (1)

Viernes, 29 de Enero de 2010 Voces Cubanas Sin comentarios

Con las palabras pronunciadas por Carlos Manuel Valenciaga Díaz, el 27 de junio de 2002 en el Palacio de Convenciones de La Habana, en ese momento secretario

personal de Fidel Castro y miembro del Consejo de Estado y del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, damos inicio a la publicación de intervenciones y discursos pronunciados por dirigentes de la revolución en distintos años y contextos. Siempre llevarán el mismo título, con un número al final, y serán archivados en una nueva carpeta, Desempolvando discursos. Cuando sea preciso, a modo de introducción, haremos un comentario, como en este caso.

Seis años después de las apasionadas palabras que más abajo leerán, Carlos Valenciaga fue separado de su cargo, sin mucho bombo ni platillo. Había comenzado a ser objetivo del Departamento de Seguridad del Estado el 16 de septiembre de 2006, por la fiesta que ese día realizó por su cumpleaños en una sala del Palacio de la Revolución, cerca de donde su jefe, Fidel Castro, se encontraba convaleciente después que dos meses antes hubiera estado al borde de la muerte.

En un video que en 2009 circuló en la Isla entre militantes del partido, Raúl Castro aparece mostrando una foto de ’Carlitos’, como por su juventud le decían, en plena pachanga, con gorra de comandante y una botella entre las piernas.

Valenciaga sería destituído en 2008. Y a modo de castigo, enviado a trabajar como un simple empleado en los archivos polvorientos de la Biblioteca Nacional, edificio situado a un costado del

Palacio de la Revolución. Una sanción subliminal: para que todos los días vea el lugar donde una vez tuvo un alto puesto y un confortable despacho.

Por la cabeza del ayudante del ‘máximo líder’ en ningún momento pasó, que la Seguridad había grabado conversaciones telefónicas suyas de doble sentido con Carlos Lage (defenestrado en marzo de 2009). Tampoco imaginó que a partir de septiembre de 2006, luego de la bachata de cumpleaños, estaba siendo estrechamente vigilado por la policía política.

Y sin imaginar (y si lo imaginaba se hizo el sueco) que le habían empezado a serruchar el piso, en julio de 2007 pronuncia un discurso en el teatro Karl Marx, en el acto de la primera graduación de la Universidad de Ciencias Informáticas, cuyas siglas, UCI, es la utilizada en los hospitales cubanos para identificar a las ”unidades de cuidados intensivos”.

En julio de 2008, cuando le quedaban pocas semanas de vida política, vuelve a hablar en la segunda graduación de la Universidad de Ciencias Informáticas, en el mismo teatro. Para cada ocasión usó distintos trajes y corbatas, pero este discurso iba a ser el último de su contradictoria existencia.

Lo ocurrido con este representante del “hombre nuevo”, cujeado al fragor de la “batalla de ideas”, en mi opinión deja dos lecciones:

La primera, la hipocresía y doble moral que en Cuba pueden tener altos cargos dentro del partido y el gobierno, que al igual que los curas suelen decir: “Haz lo que yo digo, pero no lo que yo hago”.

La segunda, la cínica forma de actuar del Departamento de Seguridad del Estado, que en cotubernio con el Partido Comunista y el Estado, en vez de llamar a contar a Valenciaga a raíz de esa celebración de cumpleaños y sancionarlo o destituirlo, le dejan dos años más en el cargo, estrechamente vigilado y ‘dándole cuerda’, para sacarlo de circulación cuando les conviniera.

Es la faceta masoquista de todos los regímenes totalitarios. En lugar de tolerar a las personas que con honestidad, ‘a camisa quitá’, sin careta, pacífica y civilizadamente, dicen y escriben lo que piensan, prefieren tener que dedicar cuantiosos recursos a estar escuchando conversaciones y vigilando a montones de dirigentes, militares, funcionarios y militantes partidistas.

Porque a medida que pasan los años, la Seguridad del Estado sabe que el descontento va en aumento. Inclusive entre quienes a voz en cuello dicen ser fieles baluarte de la revolución y leales seguidores de los hermanos Castro. Como Valenciaga dio a entender en su discurso de patria o muerte.

Tania Quintero

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Querido Comandante en Jefe,

querido compañero Raúl.

Compañeras y compañeros:

Aquí todos tenemos razones para no regresar al pasado, unos por sentirlo en carne propia y otros por sufrir en silencio lo que sus padres cuentan de aquel tiempo. La verdadera Nueva Cuba es la que tenemos desde Enero de 1959.

La frase de Fidel de que esta es una Revolución de los humildes, por los humildes y para los humildes es una verdad enorme en la que todos nos reconocemos.

Mi mamá fue huérfana desde pequeña. Por falta de atención médica, mi abuela murió al darle a luz y ella, mi madre, llegó a la vida sin la ternura de sus cuidados que nadie podría devolverle jamás. Antes de 1959, esa era la historia recurrente del final de muchos embarazos.

Mi abuela paterna y toda su familia, fue despojada de su tierra por un terrateniente norteamericano.

Mi padre, desde los once años tuvo que trabajar en el campo las largas jornadas de sol y esfuerzos, para un emigrante español con fábrica curtidora de piel de cocodrilos en la capital y finca de recreo en el campo.

Mi padre, entonces no podía ni siquiera soñar con ir a una escuela y nunca tuvo nada hasta que la Revolución llegó y le hizo justicia como a tantos y tantos campesinos pobres.

En tiempos de Revolución, otra ha sido su historia. Alcanzaron la dignidad de un hogar modesto, seguro, de trabajadores, con la felicidad cotidiana de ver a sus hijos crecer con todas las oportunidades al alcance de las manos, allí mismo en la propia localidad habanera de apenas diez casas.

Hijo de humildes, siempre tuve escuela. En mi escuela, que había sido un cuartel militar de la tiranía, siempre tuve los mejores libros y excelentes y consagrados maestros, y una educación que me inculcó los valores en los que creo hoy.

Esos años estudiantiles los recuerdo especialmente felices, con la posibilidad de aprender a leer, ir a las escuelas al campo, vivir los gestos solidarios entre los compañeros, asistir a los actos patrióticos, escuchar consejos de los profesores, andar las caminatas, participar en un grupo de teatro y experimentar la alegría al borde de la carretera, cuando acudíamos para agitar pañoletas al paso de la vuelta ciclística a Cuba, que era un gran acontecimiento en el pequeño poblado de mi infancia.

Sin un solo centavo y con ese ejemplo, me hice maestro. Durante mis estudios fui seleccionado dirigente estudiantil, ocupé el cargo de Presidente de la Federación Estudiantil Universitaria, un lugar en esta Asamblea como diputado y miembro del Consejo de Estado.

Nunca necesité dinero, el dinero de que dispuse entonces fue el estipendio que me dio la Revolución, junto con una beca, para que pudiera cursar la Universidad, lejos de casa.

Inesperadamente llegué a trabajar junto al compañero Fidel, sin ningún mérito adicional que no fuera su confianza en los jóvenes y en los estudiantes. Junto a él he vivido, una y otra vez, su incansable y permanente dedicación al pueblo, su capacidad de conmoverse y su extraordinaria sensibilidad humana.

Recordaba en estos días, al pensar en toda la grandeza de esta obra, en un caso que hace dos años llegó al Consejo de Estado.

En una carta, un padre desesperado pedía ayuda para trasladar a nuestro país a su hija moribunda. Deseaba cuidarla en sus últimos días, algo que le parecía en aquel instante un imposible. La muchacha, Lázara Aymara González Moreno, acompañada por su madre, había salido de Cuba cuando tenía 16 años, rumbo a Panamá, de donde viajaron a México y de allí, atravesaron un río para entrar como indocumentadas en los Estados Unidos, donde dos medio hermanos mayores de la joven, la introdujeron en el mundo de las drogas y la prostitución. Con el tiempo, la muchacha enfermó de SIDA, y cuando su padre aquí en Cuba, supo que se encontraba enferma, ya le habían desahuciado.

Del Hospital Merci, del Condado Dade, en Miami, le habían trasladado a otro centro, debido a que los hermanos dejaron de pagar los medicamentos y asistencias, sumamente costosos, y allí, en el North Shore Hospital, un centro llamado de “última estancia”, sola y abandonada, esperaba la muerte.

No habían transcurrido 24 horas de que Ismael González Roque, el padre de Lázara, entregara su carta en el Consejo de Estado, cuando el Comandante en Jefe indicó dar solución urgente a su situación, con la encomienda primero de consultar el consentimiento de la muchacha para viajar de regreso a Cuba, y después hacer todo lo imprescindible para lograrlo en el menor tiempo posible, así como ayudar al padre en lo que fuera necesario.

Tengo grabada en la memoria, la vivencia del desvelo del Comandante por este caso, en medio de otros tantos asuntos que por aquellos días lo ocupaban junto a la Batalla por el regreso de Elián; y aquel desvelo, aquella preocupación por la suerte de un padre que quería al menos ver a su hija por última vez, fue algo que no olvidaré nunca, como una lección de inagotable humanidad.

Los compañeros de la Oficina de Intereses de Cuba en Washington consiguieron localizar a Lázara, visitarla y agilizar todos los trámites imprescindibles para el viaje.

Ismael González Roque había recibido la noticia de que su hija se encontraba enferma y abandonada en Miami, el viernes 19 de mayo del 2000, y ya el domingo 28 de mayo, tenía en los brazos a su hija que apenas hablaba, que apenas pesaba unas 45 libras.

Durante treinta y dos días, los médicos cubanos del Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí, con su alta preparación y profesionalidad, le atendieron con un esmero, una dedicación y una ternura que su padre evoca, convencido de que no existe dinero en el mundo con que se puedan pagar.

A este sencillo hombre de pueblo por aquellos días de sus sufrimientos, le dolía inconmensurablemente lo que intentaban hacer con el niño Elián, cómo intentaban retenerlo en Miami, allí mismo, donde su hija era abandonada a su suerte, sin medicinas y sin atenciones.

En una carta de agradecimiento, escrita después de que su hija falleciera, que me pidió hiciera llegar al compañero Fidel, Ismael, quien se encuentra en esta sala, recordaba: “…me encontraba sentado en una de las oficinas del Consejo de Estado, frente a dos compañeros que nunca olvidaré. Con qué respeto y sencillez se me estaba tratando, se me hizo una sola pregunta: ¿usted sabe si su hija está en disposición de regresar a Cuba? Les contesté: ella está abandonada y agonizando, no tiene opción. Se me respondió: ella está viva todavía y por tanto sí tiene opción. Comuníquese con ella desde este teléfono y usted y nosotros vamos a respetar su voluntad. Luego de comunicarme con ella y dar su aprobación, solo pasaron 72 horas más para recibirla en mis brazos”.

Y agregaba Ismael en su misiva: “Comandante, qué saben de estas cosas los que impunemente levantan su voz y su voto contra Cuba en la Comisión de Derechos Humanos.

“A pesar de la alta profesionalidad, abnegación y dedicación de todos y cada uno de los compañeros que laboran en el Hospital IPK, el estado avanzado de su enfermedad solo permitió alargar su vida 32 días más.

“Comandante, resulta increíble para los que no han podido vivir en esta Isla en estos últimos 40 años, lo capaz que es de hacer esta poderosa maquinaria humanitaria que usted diseñó en La Historia Me Absolverá, y que con esmero y tesón ha mantenido funcionando más de 40 años para proteger a 11 millones de cubanos.”

No nos pueden entender. No pueden comprender que ese tratamiento que allá en su país “democrático” hubiera costado decenas de miles de dólares, aquí fuese absolutamente gratis. Ismael recibió el apoyo de sus compañeros de trabajo y de su centro laboral, que no solo le continuó pagando su salario, sino que le demostró con trascendentes detalles, cuánto le estimaban. Ismael no tuvo que preocuparse porque al final de aquellas tristes semanas alguien le despidiera de su empleo; por el contrario, se recibía en el hospital un noble gesto de su colectivo: 23 donaciones de sangre.

No pueden comprender los imperialistas del Norte, que cuando murió Lázara, todos los médicos que le atendieron y nosotros, solo acudimos a Ismael para solidarizarnos con su dolor y no para pasarle una factura.

Hechos como éste son los que pretende ignorar y borrar el señor Bush.

Cuando Bush dice que el comercio con Cuba no hará otra cosa que enriquecer a Fidel y sus secuaces, yo no tengo otra opción que sonreír. Quizás esté entre los secuaces que menciona el señor Bush, categoría que me honra dignamente, pues los secuaces de Fidel, como él nos llama, no son los ladrones ni los asesinos de Miami. Quiero decirle al señor Bush que, en mi caso, en lo material no tengo más que todos los cubanos: lo necesario para vivir, lo que reciben todos. Gano por mi trabajo de hoy lo que mis compañeros del Buró Nacional de la Juventud Comunista, menos que nuestros obreros, nuestros constructores, nuestros maestros, policías, y campesinos, porque en la Revolución ellos son lo más importante y nosotros, solo somos servidores de sus voluntades. A eso nos ha enseñado el Socialismo. En cuanto a la riqueza mayor, de la que Bush carece, la riqueza espiritual, todo nuestro pueblo está enriquecido con millones de valores, que son los de servir todos los días, ser solidarios, ser justos, ser hombres cultos y libres, ser patriotas, ser fieles a nuestros héroes y edificar el futuro feliz también en otras partes del mundo con nuestro internacionalismo consagrado.

Tengo un solo privilegio en este tiempo y no pienso renunciar a él. Intento seguir el paso a una leyenda y lo hago como lo han hecho y lo hacen todas las generaciones de cubanos que saben bien de qué lado están la verdad, la independencia y la justicia, de qué lado está la historia; a un hombre señor Bush, que es Cuba, que es América pobre, que es África, que es el Tercer Mundo; a Fidel, que es nuestra grandeza mayor porque nos ha hecho comprender que la vida es para todos, saber vivir de pie.

¡Viva la Revolución!

¡Viva Fidel!

¡Socialismo o Muerte!

¡Patria o Muerte!

¡Venceremos!

AN1VERSAR1O

Viernes, 29 de Enero de 2010 Orlando Luis Pardo Lazo Sin comentarios

AN1VERSAR1O, originally uploaded by orlandoluispardolazo.

1 año de www.VocesCubanas.com

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Todo por la victoria

Jueves, 28 de Enero de 2010 Voces Cubanas Sin comentarios

Un día como hoy, pero de 1853, nace quien después se convertiría en Apóstol cubano. Ese nacimiento fue el de nuestro José Martí Pérez, quien desde sus primeros años de vida vio con horror las maldades de quienes regían los designios de esta tierra. Por criticar esos atropellos cumplió prisión, obligado al trabajo forzado, fue expulsado de su patria que es la nuestra. Desde el exilio continúo su labor por la libertad de Cuba. Su trabajo incansable lo hace fundar el Partido Revolucionario Cubano y logra reunificar a las fuerza para comenzar la guerra necesaria que da, por fin y con la ayuda de los amigos de siempre, paso a la República con una constitución que nos hace independiente de todo dominio extranjero.

Ese gran hombre nos dejó un legado digno de seguir, pero los cubanos continuamos sufriendo la misma enfermedad crónica del caudillismo. Es hora de dejar de pensar quién pasa primero y quién después. Pensemos en José Martí, peleando al lado de quienes lo querían bien o mal, para que Cuba fuera libre. Tenemos que entender que nuestra lucha es contra un solo mal: la dictadura dinástica de los hermanos Castro. Para conmemorar el 157 aniversario del natalicio del Apóstol, unámonos en su nombre y en un solo grupo compacto y que sean todos por la vitoria.

Prisionero de conciencia Diosdado González Marrero, desde la prisión provincial de Pinar del Río.

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Sexo barato

Jueves, 28 de Enero de 2010 Voces Cubanas Sin comentarios

No tienen el encanto de las jineteras por moneda dura. No visten con ropa de marcas, ni usan tacones altos. No usan perfumes Chanel, ni joyas de oro. Son unas pobres tipas, que a lo sumo se embadurnan con grandes cantidades de talco Suchel de producción nacional y huelen a colonia barata. Visten sayas cortas y ceñidas. Y suelen pintarse el rostro con exceso de maquillaje.

Son las putas por moneda nacional. Muchas se bajan del tren al amanecer y antes de que apriete el sol, ya está en la faena. Buscándose el pan. Como Yanelis, 28 años, una mulata indiada, nacida en una provincia oriental, a 800 kilómetros de la capital.

Su vida es un infierno chiquito. No conoció a sus padres ni tiene gratos recuerdos de su infancia. Sus abuelos maternos, hicieron lo que pudieron. Pero a Yanelis su cabeza sólo le dio para terminar el séptimo grado. Pero sus nalgas empinadas y redondas, sus pechos duros y su piel color café con leche, despertaban sensaciones entre los hombres. Sobre todo entre sus parientes.

Una noche, un primo la invitó a unos carnavales y le brindó una cantidad excesiva de un brebaje insípido de cuarta categoría, que se vende bajo el rótulo de cerveza a granel. Cuando el alcohol la desbordaba hasta la inconsciencia, en un monte intricado, repetidas veces la violó.

Sólo tenía doce años. Los primeros clientes pertenecían a su propia familia. Por 5 pesos (25 centavos de dólar) les dejaba que le sobaran los pechos o masturbarse y luego echarle el semen en la cara.

-Uno de mis parientes, el más pervertido de todos era el que más plata tenia, pues trabajaba en un hotel exclusivo para turistas. Él me obligó a acostarme con animales y más de una vez me enfermé. Lo he probado todo. Soy bisexual y hasta donde me alcanza la memoria, nunca he sentido que es estar enamorada. Eso es cosa de películas.

Avejentada por la mala vida y peor alimentación, Yanelis apura una lata de cerveza Bucanero y sigue contando.

-Vine pa’La Habana, porque aquí hay buen mercado. Es mi tercer viaje, la policía me ha pillado un par de veces y me han devuelto a mi provincia, incluso estuve un año y media presa. Pero siempre regreso. En mi pueblo la cosa está que arde. No tengo, ni quiero tener, otra forma de hacer dinero. Puede que sea la más difícil, pero es la más fácil para mí. No tengo muchas opciones. A no ser trabajar recogiendo café en las montañas o limpiando mesas en una cafetería. cuenta la chica ya avejentada por la mala vida y peor alimentación.

En la capital, Yanelis y varias prostitutas tienen alquilado una habitación de paupérrimas condiciones.Tienen que cargar el agua en cubos y se alumbran con velas, pues no tienen luz eléctrica. Cada una tiene que pagar 5 pesos cubanos convertibles (cuc) por el cuarto. Una jornada buena a ella le reporta el equivalente a 50 a 60 cuc diarios (alrededor 1.200 a 1500 pesos). Si sacamos cuentas, para obtener ese dinero Yanelis tiene que acostarse con diez o doce hombres. Por media hora de apurado ‘polvo”, cobran 100 pesos o 5 cuc.

Empezó de puta por los alrededores del Parque de la Fraternidad, en el corazón de La Habana. Merodeaba por las calles de Monte y Cienfuegos, el primer mercado de sexo barato por moneda nacional que surgió en la isla, allá por el año 1996. No le fue mal. Pero a ratos la policía lanzaba alguna que otra redada.

Después de salir de la cárcel, pensó que tenía que ser más discreta. Ahora es punto fijo de un sitio ubicado en los alrededores de la Autopista Nacional. Allí llegan los tipos en autos o motos, ebrios y deseando una hembra para saciar sus apetitos sexuales.

Allí encontrará a muchachas como Yanelis, dispuestas a ofrecerles la carta. 50 pesos por una felación, 40 por una masturbación y 100 por una completa, es decir, acto sexual con penetración. Si pagas algo más, puedes hacer sexo anal. Y si tienes 20 cuc o 500 pesos, te puedes llevar a dos muchachas tristes y pálidas para que te ofrezcan un cuadro lésbico, bajo las estrellas, en medio de un platanar y teniendo por cama unos sucios cartones.

Sitios como éste hay al menos una docena en la ciudad. En el argot habanero se conocen como chupa-chupa.

Las jóvenes que se prostituyen por moneda nacional no tienen, ni por asomo, la belleza y figura de las esplendidas jineteras que han aturdido a ibéricos e italianos y se las han llevado debajo del brazo para casarse. No. Éstas son unas pobres almas errantes, quienes por buscarse algunos pesos soportan estoicamente ser penetrada por más de diez hombres al día.

Yanelis no quiere pensar en el futuro, una mala palabra para ella. Vive el presente y de prisa. La noche ha terminado de caer. Mira al cielo nublado y cabizbaja comenta:

-Uf, va a llover, malo para el negocio.

Prefiere prostituirse ebria o luego de fumar un  par de porros de marihuana. A veces ingiere unas tabletas de parkisonil, par sentirse en las nubes. Cuando llega a su miserable cuarto, a ratos le remuerde la conciencia.

Es cuando recuerda que le gustaría tener hijos, un buen marido y formar una familia. Pronto desecha la idea. ésas son cosas de películas. O de novelas de Corín Tellado. Y vuelve a poner los pies en la tierra. Es la realidad que le tocó vivir. Y no tiene fuerzas, ni deseos, para cambiarla.

Iván García

YOANI INTERVIEW IN ALLVOICES

Jueves, 28 de Enero de 2010 Orlando Luis Pardo Lazo Sin comentarios
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La buena letra de Regina Coyula

Jueves, 28 de Enero de 2010 Miriam Celaya Sin comentarios

malaletra

Regina Coyula es una de los blogger de más reciente debut. En noviembre último salió su blog Mala Letra, con un sencillísimo y precioso banner hecho por ella misma, y de inmediato la franqueza y naturalidad de sus textos han atrapado a numerosos lectores entre los que ahora, algo tardíamente para mi vergüenza, me incluyo.

Confieso que muchas veces me dejo arrastrar por las asfixiantes ocupaciones que me imponen la cotidianidad y mi complicada condición en la que se mezcla lo profesional-independiente con lo doméstico-familiar, funciones que a la par me producen las mayores satisfacciones y me colocan los más duros grilletes; de hecho, debido a mi habitual “despiste”, supe que existía Mala Letra cuando ya llevaba varias semanas online. Pero de cualquier manera, lo cierto es que dejé transcurrir casi dos meses antes de enfrentar el enigma de un blog que, curiosamente, a fuerza de coloquial y cálido logra superar con éxito la fría soledad de un encuentro de Web.

No voy a pedirle disculpas a Regina Coyula (a fin de cuentas era yo quien me lo estaba perdiendo), así que prefiero darle las gracias. Gracias por la chispa inteligente, sensible y simpática de sus post y por la fuerza incomparable de lo anecdótico; gracias por venir a crear donde tantos podemos disfrutarla y aprender de ella; gracias, en fin, por elegir esta feria virtual de artesanos de la palabra en la blogósfera alternativa de la Isla, -ésta, que no exige “permisos” ni listas especiales-, para regalarnos generosamente la frescura de su buena letra.

Ilustración: Banner del blog de Regina

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Apostando por el caballo perdedor

Jueves, 28 de Enero de 2010 Miriam Celaya Sin comentarios

vamos-bien

Nada es tan aleccionador como la historia, ni tan veraz como la vida misma. En los últimos meses los cubanos hemos estado asistiendo, si no a un franco despertar, al menos a la ruptura del sueño. El descreimiento por el proyecto social de la Isla que se venía apoderando de la opinión general, ha estado dando paso a otras dudas que señalan a un punto definitorio en la realidad cubana actual: finalmente la gente se cuestiona al poder. Para una gran cantidad de cubanos, lo que dice el gobierno y su prensa son, simplemente, falsedades. Basta escuchar los comentarios callejeros para entender que el capital de fe popular con el que contaba el gobierno para mantenerse indefinidamente en la liza está tocando a su fin. Medio siglo hemos necesitado para asistir al fenómeno insólito de volvernos hacia dentro y comenzar a descubrir que aquí se jugaron todas las apuestas a un caballo perdedor y que, además, se han hecho trampas.

La ruina económica de Cuba, la dispersión de las familias, la pobreza generalizada, son solo una parte del saldo final de tan azaroso galope: ni una sola de las muchas carreras del homo-equino fue coronada con el triunfo. Ahí están los resultados de los  macroplanes económicos, de las decenas de experimentos fallidos, de las guerras exportadas, de las intrigas políticas a nivel internacional, de las malas alianzas y de las buenas profecías irrealizadas, que constituyen las más duras lecciones para los cubanos. De nada vale a estas alturas y en estas cruciales circunstancias, enmascarar nuestra realidad tras las desventuras de otros, como pretende hacer la servil prensa oficialista: ni la catástrofe de Haití, ni el “golpe” de Honduras, ni la crisis económica mundial, ni el pretendido ocaso capitalista, ni la eterna y socorrida maldad del imperialismo norteamericano pueden ocultar la verdad incuestionable del fracaso de este sistema.

En los tiempos triunfalistas de los inicios de la revolución cubana, el caudillo por antonomasia de aquella aventura fue acuñado en el argot popular como “El Uno”, equivalencia a la figura del caballo en la charada. Cuando se decía El Caballo no había que mencionar nombre ni rango, se trataba –sin dudas- de el número uno de Cuba, el idolatrado, el temido, el invicto comandante en jefe. Hace ya mucho tiempo que nadie parece recordar ese sobrenombre. A decir verdad, en la actualidad sería una broma macabra designar así al otrora orgulloso alazán, entre otras razones porque hemos aprendido que las carreras no se ganan a base de meros relinchos. Hoy, las demasiadas derrotas acumuladas y la decadencia total de Cuba no dejan siquiera un pequeño capital de confianza con qué cubrir las apuestas.

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Elegía de la inocencia

Jueves, 28 de Enero de 2010 Miriam Celaya Sin comentarios

caballero

Dicen que murieron de frío, pero no es cierto. Al menos no es exacto: el frío de la madrugada solo consagró la obra de la desidia, de la acumulación de abandonos, de la deshumanización de otros. Ellos, para asombro de todos, solo murieron. Eran solamente unos locos (otros), esa fracción del rebaño que de alguna misteriosa manera se ha desconectado de una realidad demasiado fea y escapa hacia algún paraje desconocido e inaccesible para los que tenemos la arrogancia de llamarnos “cuerdos”.

Entre incrédulos y consternados, supimos que más de dos decenas de enfermos mentales habían fallecido por estos días de inusual invierno en el Hospital Psiquiátrico de La Habana (Mazorra). Casi nadie podía o quería suponer esto pudiera ocurrir en Cuba. La prensa oficial, aunque tarde y remisa, se vio obligada a hacer pública la noticia en una nota breve e incompleta, arropando lo ocurrido con los cobertores que faltaron a los orates difuntos, apenas unas pocas líneas que desaparecen bajo la avalancha de imágenes y crónicas de la catástrofe natural ocurrida en Haití. Una treintena de dementes indefensos no compite en las planas de ningún periódico con el impacto mediático de un sismo de gran magnitud, miles de muertos e incalculables pérdidas materiales. Ni siquiera si esos dementes forman parte de la legión de supuestos privilegiados de una “potencia médica” en el país más generoso y humano del planeta; ni siquiera si el cataclismo que los exterminó fue una tragedia social predecible, y por tanto evitable.

Quiero dedicar estas líneas a la memoria de esos infelices enfermos mentales, muertos en total estado de indefensión, sin atención, sin abrigo y sin consuelo. Solo en un sitio muy sórdido, bajo un sistema muy corrupto, podría ocurrir semejante aberración, y apunta que algo muy sucio y pútrido está amenazando con aniquilar lo que queda de bondad entre nosotros. Causa dolor imaginar que en sus espantosas condiciones quizás era más irracional seguir con vida. Hoy los cubanos debemos traer doble luto, porque junto a estas absurdas muertes, muchos habremos sepultado también los últimos vestigios de nuestra despreocupada inocencia.

Ilustración: Uno de los más célebres y conocidos de los locos callejeros de La Habana, El Caballero de París, paseando por la céntrica calle San Rafael, en el centro de la capital.  (Fotografía de autor desconocido para esta blogger)

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El derecho a la solidaridad

Jueves, 28 de Enero de 2010 Miriam Celaya Sin comentarios

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Quizás los lectores menos familiarizados con la cotidianidad de Cuba consideren tardío un post en solidaridad con los haitianos, que vienen sufriendo por estos días la tragedia de más muertes y mayor miseria después del violento sismo que les golpeara el pasado 12 de enero. La escasa posibilidad de conexión para muchos de nosotros hace que los trabajos salgan publicados días después de haberlos escrito, y generalmente –como en mi caso- aprovechamos las ocasiones que se nos presentan para enviar varios artículos de una vez a los amigos que nos apoyan desde fuera de Cuba, para que los coloquen online, razón por la cual un blog como Sin EVAsión no puede tener carácter informativo: no puedo reaccionar a la inmediatez de una noticia con un post sobre el tema, salvo las escasas oportunidades en que coinciden la noticia y la conexión.

No obstante, he sabido que varios bloggers alternativos han podido pronunciarse en apoyo a Haití y no han faltado quienes aportaran de su propio peculio, modestamente y en nombre de todos nosotros, para ayudar en lo posible a mitigar los efectos de tan dura catástrofe, como ha sido el gesto del colega Iván García, entre otros. Lectores generosos, que suelen visitar nuestros blogs, han tenido la delicadeza de aportar también en nuestro nombre sus donaciones a los haitianos. Lamentablemente, Cuba no cuenta con una institución que nos permita recaudar fondos y enviar nuestros donativos a esa nación, sacudida por una catástrofe tal que en comparación nuestras propias desgracias desaparecen. Con seguridad, muchos cubanos sensibles aportarían de su propio estrecho bolsillo si no fuera porque hasta el derecho a practicar la solidaridad y el humanismo están aquí controlados por el gobierno: no tenemos siquiera la libertad de ayudar como ciudadanos independientes a otros hombres del mundo.

La fatalidad de un desastre natural severo en una nación signada por males seculares que la han convertido en la más pobre de este hemisferio, ha sido por estos días el pretexto de una vergonzosa exhibición política por parte de los medios de difusión oficiales en Cuba, como si la sensibilidad y el espíritu de cooperación fuesen patrimonio absoluto del gobierno cubano y sus aliados. Mientras toda Haití llora miles de muertes y pérdidas materiales que se multiplican ante la pobreza general del país, mientras la violencia generada de la supervivencia en situación límite agrava la tragedia, los políticos inescrupulosos aprovechan la circunstancia para criticar a sus enemigos y capitalizar la “solidaridad” gratuita y dirigida desde las alturas; un alarde que deja de ser ayuda para convertirse en despreciable altanería.
Por eso, y quizás también por la triste circunstancia de ser Cuba y Haití naciones mendigas, muchos cubanos estamos en condiciones de calar la magnitud de su desgracia y sentir como propio el sufrimiento de nuestros vecinos antillanos, solidaridad que crece en nuestros espíritus como parte de la familia humana que perdimos en este evento. Los cubanos podemos imaginar mejor que nunca cuán destructivo podría ser el impacto de un sismo de tal magnitud sobre cualquiera de nuestras propias endebles y empobrecidas ciudades, sobre todo después de venir sufriendo los embates de medio siglo de catástrofe permanente.

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La Nación y La Nación

Miércoles, 27 de Enero de 2010 Yoani Sánchez Sin comentarios

amaury

Hace mucho tiempo que nuestra identidad dejó de estar contenida en una Isla. El acto de nacer y crecer en este alargado territorio ya no es el elemento principal para portar su nacionalidad. Somos un pueblo desperdigado entre los cinco continentes, como si nos hubiera atomizado sobre el lienzo del mapamundi la mano errática de las necesidades económicas y de la falta de libertad.

Sé lo que se siente. Sé lo duro que es ir a un consulado cubano en un país cualquiera y que te pidan una firma por la libertad de cinco agentes del Ministerio del Interior –presos en Estados Unidos– pero no te preguntan, siquiera, si pueden auxiliarte en algo. He escuchado a una joven llorar en una embajada en Europa mientras un funcionario le repite que no puede retornar a su propio país por haber excedido los once meses de permiso de salida. También he sido testigo de la otra parte. De la negativa recibida por muchos que aquí solicitan la tarjeta blanca para subir a un avión y saltarse la insularidad. Las limitaciones para viajar se nos han vuelto rutina y algunos han llegado a creer que debe ser así, porque conocer otros lugares es una prebenda que nos dan, una prerrogativa que nos otorgan.

Esos pocos que deciden quién entra o sale de este archipiélago han elegido a los participantes del encuentro La Nación y la Emigración que sesiona desde hoy en el Palacio de las Convenciones. He leído los puntos a debatir durante estos dos días y no creo que representen las preocupaciones y demandas de la mayoría de los emigrados cubanos. Salta a la vista que no se incluye la exigencia de poner fin a las confiscaciones de propiedades para los que se radican en otro país, ni se menciona la necesidad de devolverle el derecho al voto a los exiliados. Ni siquiera encuentro, en la agenda a tratar, el anuncio del fin de las limitaciones que tienen muchos de ellos para ingresar o radicarse en su propio terruño.

La parte de los que vivimos en la Isla tampoco está representada en toda su pluralidad y sus matices, sino que tiene el sello de lo oficial y el acartonamiento de lo dirigido. Ambas muestras –la de adentro y la de afuera– están cercenadas y filtradas para evitar que *La Nación y la Emigración* termine por convertirse en un pase de lista de las atrocidades migratorias que padecemos. Más que reclamaciones y críticas, las autoridades que organizaron el encuentro quieren escuchar en la enorme sala –donde suele reunirse el Parlamento– el sonido estrepitoso de los aplausos.

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